lunes, 27 de abril de 2009

Me llama la llama (por Coco manto)

En Sucre las veces que se ha podido escuchar... como se ha visto el 24 de mayo de 2008 en que han golpeado y denigrado a los originarios del departamento de Chuquisaca.
En que muchos jovenes universitarios saltaban sobre dos patas y gritaban, en alusion a los campesinos, a quienes castigaban a mansalva... "el que no salta es llama!!!!". A proposito de este tema, nuestro admirado compatriota Jorge Marzilla escribio este articulo genial...
"Me llama la llama" (Por Coco Manto)

Los racistas reciclados por el resentimiento, que no quieren a Evo Morales como Presidente, mentan a la
llama para insultar a los indios que son mayoría en el país. "El que no salta es llama", corean saltando con gozo
blancoíde. "¡Cruces de llama y adobe!", gritan a los policías que, también de origen indígena en su mayoría,
vigilan las calles de Sucre, paradójicamente la ciudad con más timbres de culta en el país.
En los hechos, esos renegados no hacen más que emular al almirante chileno José Merino, segundón del
dictador Pinochet, que en 1992 declaró que los bolivianos no le parecíamos gente sino auquénidos.
Mis padres, que eran sucrenses, solían jactarse de la sonoridad chuquisaqueña del idioma quechua. "Soy
sucresa" ironizaba mi madre aludiendo a la cursi alcurnia de sangre azul de la que presumían ciertos
descastados. "Sucresa, como decir inglesa, francesa…" y estallaba la risa familiar.
Mis padres y sus paisanos radicados en Uncía y Llallagua cantaban con docta melancolía al Churuquella y al
Sica Sica. Se enorgullecían de la tradición textilera de loa jalq’as y del estoicismo tarabuqueño. A cada rato
mencionaban las cuatro patas de su ciudad natal (Conchupata, Wayrapata, Alalaypata y Surapata).
Cuando el 5 de enero de 2005 ofrecí un recital de poesía y humor en el auditorio de Radio Aclo de Sucre,
manifesté mi deseo de radicar definitivamente en la capital boliviana a condición de que me dejaran crear otra
"pata" urbana. Dado que traigo una tremenda cirugía en el corazón propuse que me dejaran vivir en
"Cardiopata" (así, sin acento). Fue en ese evento que también hablé de los chuquisaurios…
Pero, aquí no saldré en defensa de mi ancestro sino de la llama, ese hermoso ser andino que se pasea con
el donaire de una "miss Bolivia" por las pasarelas del altiplano, a más de tres mil metros sobre el nivel de la
idiotez racista.
La llama y su marido, el llamo, tienen una dignidad que debiéramos copiar para darnos a valer como seres
humanos. Cuando, en el albor de los tiempos, esos auquénidos lograron su licenciatura de animales de carga
impusieron sus condiciones de trabajo ante los privatizadores de entonces, los quechuas y aimaras.
Pliego petitorio a saber: 1) Nada de cinchos, bridas, caronas ni azotes, como al caballo. 2) Nada de
nombrecitos insultantes como al burro. 3) Nada de sobrecargas tramposas, como a la mula. 4) Nada de
obligarles a comer cochinadas, como al chancho.
A cambio de ese buen trato, los auquénidos juraron romperse el alma trabajando como auxiliares del hombre
andino, además de ofrecer en donación periódica su lana para que este teja sus ropas y su taquia como
combustible. Autorizaron el uso de su cuero post morten para zapatos, su carne como alimento sin colesterol y
hasta sus pezuñas para los chullu-chullus de percusión de los grupos musicales. ¡Cuánto renunciamiento a
cambio del simple respeto a su libertad y sus derechos llamanos!
Sus primas, la alpaca y la vicuña, no se alinearon con el sistema e hicieron respetar su autonomía zoológica.
Hicieron bien.
Se colige que los indígenas cumplieron por los siglos de los siglos el pacto firmado con las llamas, porque no
se envenenaron con el virus del capitalismo salvaje.
Saben los indios que ninguna llama soporta cargas de más de 35 kilos. Si le ponen 36, el animalito se niega a
moverse, se declara en huelga de patas caídas, se sienta sobre sus cuatro y ahí se queda hasta que caiga la
dictadura o le rebajen la carga. Y si quieren forzarla al trabajo, la llama se defiende con lo único que sabe: un
escupitajo en toda la cara del abusivo.
Bella estampa, caray, que le da un aire de dignidad al Ande. La llama señorial paseándose en las alturas,
besada por el sol, atravesando nubes, siempre con el cuello alzado, mirando el horizonte y avanzando con paso
pausado. Precisamente, y como un sopapo a los denostadores de la llamita, nuestro vate Goyo Reynolds,
sucrense de cepa, la aclamó en un soneto inolvidable que así empieza: "inalterable por la tierra avara/ del
altiplano, luce la mesura/ de su indolente paso y su apostura/ la sobria compañera del aimara…"
Tendría que haberse escrito una fábula de cuando los caballos europeos y las llamas bolivianas se vieron por
primera vez, tras la llegada de los españoles al territorio del Abya Yala. Algo que diga, por ejemplo, que las
llamas pretendieron politizar a los équidos para que se organicen en sindicatos o tomen las armas en protesta
por la manera brutal en que eran tratados por sus montantes.
Enterados los españoles de la labor subversiva de los auquénidos apresaron a dos ejemplares y los acusaron
de ser terroristas llama-tivos al servicio de Cuba.
- ¡Identifíquense! -, chilló el conquistador.
- Me llamo llamo y esta se llama llama-, dijo el macho.
- Tardó el latapecho en salir de su turulatez y exclamó: "¡Qué pretenden!". Los originarios
respondieron a dúo: "Una llama-rada continental", aludiendo a la rebelión antimperialista.
"¡Ajá! ¿Así que quieren que esto arda?", chilló el irascible gachupín separatista. "¡Pues, que arda!". Y ordenó
prender fuego a las praderas de pajabrava andina.
Y el pasto de las llamas fue pasto de las llamas.
He aquí, pues, que ahora, según los racistas, "el que no salta es llama". Refieren las crónicas que los
desquiciados de Sucre prendieron fuego a las oficinas de la Policía, la casa del Prefecto y las instalaciones de
Tránsito. Y que luego saquearon oficinas de la administración pública y asaltaron algunos negocios.
Fue por eso seguramente que el llamo le dijo a su compañera. "Tranquila tú. Mira que somos bien diferentes
a esa raza".
La llamita frunció el ceño, extrañada. Y el macho le musitó:
- Allí, el que no asalta es llama.
http://www.abi.bo/index.php?i=noticias_texto_paleta&j=20080104165422

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